domingo, 5 de marzo de 2017

La mujer de negro, de Susan Hill


Estáis en casa, haciendo vuestro trabajo; nada importante, puede que tan solo estéis ordenando, haciendo la comida o cambiando las sábanas. Tareas rutinarias, que se hacen con los ojos cerrados y si ocupan un buen rato éste lo pasamos pensando en qué haremos después. Son momentos de calma, de esos que sirven para poner un poco de orden también en la cabeza. Hasta que sentimos que alguien nos observa. La impresión de que a nuestras espaldas hay alguien con la mirada fija en nosotros. Y si nos giramos, no encontraremos a nadie. Pero la sensación de que algo ha pervertido nuestra intimidad con una presencia imposible sigue ahí.

Quizá éste sea uno de los miedos más vivos, abstractos y desconcertantes, porque nos puede asaltar en cualquier momento sin necesidad de sugestión. Simplemente aparece de repente, ese frío, esa presencia extraña. Y nos hace estremecer.

De todos los libros "de terror" que he leído hasta ahora, y no son precisamente pocos, uno de los más acertados a la hora de representar esa incomodidad ha sido, sin duda alguna, La mujer de negro. Susan Hill escribió una historia de fantasmas a la vieja usanza, que es imposible no relacionar con la literatura gótica del siglo XIX, aunque sea más directa, entrando al trapo sin ambages. Una novela que puede postularse sin demasiados problemas como una de las mejores referencias del género de finales del siglo pasado (fue publicada en 1983). Y no es una exageración a ciegas, sino una conclusión extraída de las numerosas veces que sentí un escalofrío recorrerme la espalda, unos dedos fríos y pegajosos rozarme la nuca en plena noche... y en pleno día. Habrá que empezar a reconocer que ser fanático del género no implica que me haya inmunizado. Quizá por eso lo disfrute tanto.

Imagino que es imposible no hablar de la película, pero procuraré pasar por encima bastante de puntillas. El libro tiene todo lo bueno de la película y lo malo de ésta no tiene nada que ver con el libro. Me explico: en la versión cinematográfica de James Watkins (no olvidemos tampoco que hay una anterior, de 1989 y dirigida por Herbert Wise), el arranque es fenomenal. La introducción, los primeros momentos de Arthur en la casa, etcétera. El problema es que rápidamente deriva en un frenético tren de la bruja que sí, hace que uno salte del asiento, pero más allá de eso hay poco más. No es una mala película, la fotografía es espectacular y me parece más digna que otras encumbradas por la crítica como la primera Expediente Warren (que está genial, pero el reciclaje a veces es descarado). 

La novela, por su parte, no puede ni quiere ser una sucesión de sobresaltos encadenados ni de golpes de efecto. Tanto su fortaleza como su virtud estriban en un uso bastante acertado (espléndido en ocasiones puntuales) del recurso de la presencia por ausencia, y sin necesidad de ponernos al fantasma ante los morros cada dos por tres logra crear cierta incomodidad, dar forma a un impulso que sale de lo más profundo de nosotros y que nos hace gritar mentalmente al protagonista que no cruce esa puerta o que no enfile ese pasillo. Y lograr esto es tan difícil como admirable.

Hablando del protagonista, sí hay que destacar que los personajes no son una maravilla ni tienen demasiada profundidad. Ya se sabe cómo se suele proceder en las historias de terror, salvo excepciones; no debería ser excusa, y quizá peque de condescendiente restándole importancia, pero se me ocurren defectos peores en una novela del género. De todos modos Arthur Kipps es un tipo algo anodino, con quien se empatiza más por su drama personal que por cualidades o rasgos concretos que hagan de él alguien único o interesante. Como podéis imaginar, quien aquí se lleva el gato al agua es la dama que da título al libro. Alice Darablow, esa mujer que se va descubriendo paulatinamente a medida que los personajes logran hacerse paso entre los resquicios de la oscuridad bajo la que se oculta, ese fantasma que no necesita de formas corpóreas para verlo en nuestra cabeza y empujarnos a seguir leyendo con el corazón en un puño. 

Por supuesto, la impresión que deje en otros lectores puede ser totalmente distinta. A pesar de no creer demasiado en el relativismo solución a todos los conflictos, soy el primero en reconocer que el miedo es subjetivo. Decir lo contrario sería hacer el ridículo, aunque a veces cueste entender que aquello que nos perturba a otros les resbala. Hay quien sus nervios no aguantan el visionado de una película como Ju-on y otros lo que no aguantan es la risa porque sus fantasmas no les despiertan pavor alguno, más bien lo contrario. Y ante esto no hace falta pelearse como chiquillos de parvulario, faltaría más. Pero que esta, la novela más exitosa de Susan Hill (tampoco es que su obra sea muy vasta), es bien capaz de hacer sentir incómodo a más de uno creo que puede generar consenso.

En resumen, La mujer de negro es una novela bien escrita (al fin y al cabo es lo más importante), que podría pasar por una historia sacada de la Inglaterra victoriana de no carecer de los manierismos de la época. Se palpa el frío, el olor a humedad, uno cree estar oyendo el crujido de la madera por encima de su cabeza. Es esa oscuridad palpitante, presente aunque invisible que logra poner los pelos como escarpias; lo mismo que sucedía con Ring pero en un ambiente que ya de por sí predispone a la congoja. Es verdad que podría ser más rica, más profunda, más compleja, pero eso no quita que se esté ante una lectura que a ratos puede llegar a ser fascinante. 

2 comentarios:

  1. Siempre había leído/escuchado malas críticas de este libro: que si apenas hay acción, que si los personajes son muy planos, que si el supuesto terror no es tal..., pero tu reseña está tan bien escrita y resulta tan sumamente sugestiva que ya estoy deseando leer el libro. ;)
    ¡Un saludo!

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    1. Yo es que puedo llegar a ser un poco exagerado en las percepciones, la verdad. Y a veces es un problema, porque en las cosas más sencillas siempre encuentro un algo que me puede encandilar. Me pasa también con la música; temas que aparentemente no tienen nada de especial (un par de acordes me bastan) me quitan el sueño porque "ese" momento me cala hondo por cualquier razón jajaja En realidad suelo ser bastante benévolo siempre y cuando no esté ante un despropósito (tengo en mente desde hace días una reseña de "El maestro del Prado", veremos cómo sale).

      Quizá las críticas se basen sobre todo en el carácter más "clásico" de la novela, que a algunos les puede parecer algo soso; el fantasma, la maldición... es todo bastante típico y en ocasiones incluso inocuo, pero en los pequeños detalles relucen cosillas interesantes. En su momento (y a pesar de la traducción, que podría haber sido mucho mejor) me hizo pasar ratos muy buenos :)

      ¡Hasta pronto!

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